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Pese a la férrea oposición que han desplegado los partidos de la centroizquierda, en poco más de cuatro meses de mandato, el Gobierno ha avanzado de manera decidida y sólida en dos ejes principales: reconstruir el país, luego del cataclismo de febrero, y aplicar un programa que le permita a Chile dar un salto al desarrollo. Entre las múltiples iniciativas que incluye este enorme desafío, un paso fundamental es la reforma al aparato público que, sin aspavientos ni puestas en escena como antaño, ha comenzado a realizar el Presidente Sebastián Piñera.
La semana última lo remarcó con fuerza el ministro secretario general de la Presidencia, Cristián Larroulet: “Una mejor gestión del Estado tiene efectos directos en la superación de la pobreza y en el desarrollo social”, por lo que el tema es de enorme prioridad. Sobre todo a la luz de las cifras que develó la encuesta Casen, que constató un aumento de la pobreza, pese al incremento en el gasto social que promovió y aplicó el gobierno anterior, todo lo cual da cuenta de deficientes diseños, mala asignación de recursos y nulos controles por falta de rigor y seguimientos del impacto que deberían tener los programas sociales.
En contrapartida, la administración Piñera ha definido como factor gravitante para un buen resultado de su gestión, la puesta en marcha de una unidad de control, bajo el alero de la Segpres, que deberá hacer un profesional seguimiento del cumplimiento de metas y plazos en las tareas que instruya el Ejecutivo.
Tal como lo prometió el Presidente Piñera el pasado 21 de mayo, cuando desplegó su carta de navegación, la idea es construir un mejor y más eficiente Estado, que no sólo permita una sociedad de seguridades basado en un eficaz sistema de protección social, sino que garantice una sociedad de oportunidades. Ello requiere, sin duda, transparentar las irregularidades, anomalías, fraudes y delitos que se acometieron contra el fisco en épocas políticas recientes para sanear las bases de la administración pública y comenzar una nueva era de eficacia y eficiencia, donde se recupere el espíritu de servicio público.
Una sustantiva reforma al Estado, pensando en ésta y las próximas generaciones, será una gran contribución al progreso del país, y bien podrá inscribirse como uno de emblemas del Bicentenario.
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